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Mostrando entradas de julio, 2009

Tierna infancia

Lejos, entre la nada y el tiempo, cuando los ojos no pueden cerrarse ante tanta miseria, cuando los niños dejan de serlos, para confundirse con los desperdicios, las pisadas descalzas en las encharcadas calles de podredumbre, gusanos retorciéndose entre el lodo, luchando por el excremento, endureciendo su piel, afilando sus miradas, muriendo todos los días, un poco, vigilantes cerca de la trampa, coqueteando con la muerte, vendiendo sus almas, victimas y verdugos de otras almas sin almas, secos, vacíos sin lágrimas, desafiando al reloj que avisa a los que mueren de que ya no están vivos. La navaja por el videojuego, el pintalabios por la muñeca, el hoy por el mañana. Y sobre el charco pasa la gente, impasible, inmune, sin saber, sin importale que es de sangre.

Andamana, la reina mala IX

Los niños corrían despavoridos al ver aquel ser acercarse a ellos. La niña que vieron subir hacía dos años bajaba ahora en forma de mujer arrastrando una larga sombra enlutada cuando Magec se empezaba a esconder tras aquella Fortaleza de Chipude, uno de los más impresionantes macizos de las islas sobre el que se sostenía el cielo. - ¿Eres Andamana, verdad? – Le preguntó una de las viejas que adelantándose a los chiquillos asustados parecía querer protegerlos del misterioso ser. - Sí, soy yo – Respondió la joven mujer que parecía que a acababa de descubrirlo, mientras miraba a su alrededor como comprobando que todo estaba en su sitio. En su interior retumbaba una y otra vez la misma idea – Soy Andamana, ¡Soy Andamana!. - ¡Pero mi niña! ¿Cómo te has atrevido a bajar sola por ese peligroso sendero? Preguntó preocupadala vieja con un tono tierno y cariñoso, mientras intentaba rodearla con sus gruesos brazos sin conseguirlo, pretendiendo protegerla sin saber de qué. - No he bajado sola – Co

Andamana, la reina mala VIII

Desde hacía algún tiempo la palabra gentilhombres había perdido su masculinidad . Ciertas mujeres habían accedido a la asamblea por designación real. Algunas harimaguadas y la guayresa Andamana resumían la aportación femenina. Los hombres aún no se habían acostumbrado a su presencia y, aunque correctos con ellas, no solían darles conversación . Quizás se debía a que los nobles tenían prohibido dirigirse a las mujeres cuando se las encontraban solas por los caminos, delito que estaba castigado con la pena de muerte. Andamana no necesitaba oír ni hablar con nadie para darse cuenta de las cosas. Perspicaz, observadora y más inteligente que cualquiera de los hombres presentes, poseía un olfato especial para presentir los acontecimientos . Su demoledora oratoria estaba provista de una afilada ironía que destrozaba a sus adversarios, a los que después golpeaba con una profunda y sonora carcajada ahogándolos definitívamente . A sus cuarenta y tantos años largos disfrutaba de una madurez